Como sabéis, el pueblo donde vivimos es muy pequeño, y hay poquitas tiendas. Bueno, hay las justas y necesarias, pero nada más allá. Así que hoy he tenido que ir a un comercio del pueblo de al lado, que siendo también pequeño, es un poco más grande que éste.
La situación ha sido la siguiente. Entro en la tienda y sale la mujer de la trastienda con el móvil en la mano y manteniendo una conversación.
Yo: Hola.
Ella: «Sí, pues tengo que hacer algo con lo de las ventanas. Ahora voy a tener que llamar a no sé quién para no sé qué…».
Vale, me acerco al mostrador y espero a que me atiendan. Ella se pone detrás del mismo pero sigue con su conversación, que si ventanas por aquí y por allá, y en un momento me mira y me hace un gesto como para que le diga qué quiero, siguiendo ella con su charla. Como tengo que preguntarle algunas cosas, y seguramente va a tener que apuntarlas para hacer un pedido porque veo que en la tienda no tiene lo que quiero, prefiero esperar a que me haga caso, porque no me parece plan mantener una conversación telefónica mientras que alguien te pregunta cosas, ni viceversa, claro.
Así que ella, viendo que prefiero esperar, sigue hablando.
Ella: «Ah, al final ¿cuándo vienes? Porque te puedo ir a buscar…»
Vale, viendo el tema, me digo a mí misma que voy a darme una vuelta por la tienda a ver qué veo. Pero, veréis, la tienda es pequeñita, así que la vuelta ha dado como para un par de giros de cabeza y unos dos pasos atrás y adelante. Vuelvo la mostrador. Me vuelve a hacer un gesto para que le diga qué quiero.
Yo: Quiero preguntarte a ver si tienes unos productos de la marca tal.
Hace un gesto como de «vale, voy a tener que colgar para atender en condiciones», y yo me quedo con la sensación de «bueno, mujer, siento molestar…».
La conversación telefónica sigue un par de minutos más y al fin cuelga, se disculpa y me atiende.
Éste es solo uno de los ejemplos que podría poner de situaciones similares que se dan aquí en las tiendas y demás sitios en los que alguien te tiene que atender. Al menos la mujer después ha sido amable y me ha atendido bien, así que no he salido con mala sensación después de todo. Pero, ¡hey!, así son las cosas por aquí, con nuestro estilo de vida relajado. Todo es cuestión de acostumbrarse, qué remedio nos queda. Lo malo es que encima una se sienta agradecida cuando le atienden, ya no digo derrochando amabilidad, que no es eso, pero correctamente al menos…
Ahora solo falta que consiga los productos que había ido a buscar, que han quedado encargados, y como no estén pronto, me quedo sin ellos, porque con todo el tema de las navidades, ya se sabe, mundo paralizado cual agosto…